jueves, octubre 17, 2019

Una historia mas

Vengo a contar una historia.

Hace 9 años, yo era un chaval, como todos supongo. Me dedicaba a ir de flor en flor, de pimiento a pimiento y de botellón en botellón. Perdido en la vida, pero bien conmigo mismo.

Conocí a una chica, llamala X. Hablábamos mucho, nos ibamos de botellón juntos, fiestas, la llevaba en moto a algunos sitios, etc. Al fin y al cabo, le acabé tirando caña y pasó de mí. Lo normal vaya en esa época. Friendzoned. Me acabé separando y al final pues desaparecí.

¿Ha sido corta verdad? 

En esas épocas todo era muy fugaz. Las amistades, los momentos, vivencias, lugares. Duraban 2 meses, un suspiro. Se vivía rápido.

Pues resulta que hoy, sorpresa de mi me la he vuelto a encontrar. Nos hemos reconocido al instante, mira que ha llovido desde entonces.

Lo típico, charlas con los colegas y un poco de nuestras vidas. Me ha notado la mala cara y mira que cuando salgo intento hacer borrón y cuenta nueva.

¿Mal de amores verdad? Si, bastante reciente, muchos años.

Ella ha estudiado psicología con lo que las expresiones faciales, gestos y habla lo notaba en un plis plas.

Me contó que hay dos tipos de personas. Unas son sentimentales, que piensan en los demás mas que en si mismos, que forman un pilar con la persona que aman y no dudarían en darlo todo. Se llama pensar con el corazón.

El otro tipo de persona es mas fría, es racional, actúa con la cabeza, suele ser egoísta, no es muy cariñosa y toma las decisiones pensando en la propia persona y no en lo que sucede o puede suceder alrededor.

Ahí detecté que me había descrito, tal cual.

Me preguntó el motivo de que se acabase la relación. No supe como responderla realmente, porque ni yo mismo lo acababa de entender, pero di los detalles. ¿Y de verdad no hay otro? Esto no suele ser normal después de tanto tiempo. No, le dije sin pensarlo. Me miró, me vio enamorado, agarrando el colgante. 

Nos fuimos a otro Bar a seguir charlando de otras cosas, hasta que surgió una conversación sobre su propia madurez. Fue muy temprana, por trabajar en la noche, muchos tíos, mucho ambiente, drogas, alcohol, etc.

Ella me confesó que también era como yo, de corazón, que lo daba todo, todo por la otra persona, incapaz de dejarla, incapaz de mirar otra cosa que no fuera quien realmente quiere. Pero con una diferencia, ella había adoptado el control entre el corazón y la realidad. Sus experiencias de la vida habían controlado los impulsos que sacamos y le advertían de lo que podía pasar, pero al menos era consciente y sabía que en el caso de que otro le dejara, lloraría, pero se tendría a ella misma, ella era su propio pilar y juntaba el suyo con el de la otra persona.

Una de muchas veces, entró en depresión por una perdida, una relación larga que al fin y al cabo acabó en cuernos. Ella lloró, pero un día, después de una semana entera llorando, se miró al espejo y se aceptó. Aceptó lo que había, lo que era, lo que no era, sus fallos y sus aciertos. Todo eso era ella. Se quería y eso no iba a cambiar. La única forma de no llevar una mochila a cuestas es esa, saber como eres y quererte, de esa forma, todos los problemas que puedan venir, no serán parte de ti, no te amargarán la existencia. 

Con lo que le conté de estas tres semanas, me dijo que me quedaba recorrido, que lloraría mucho mas, estaba ya aceptándome y que poco a poco, me querría tal cual soy, dejaría de tener cargas y podría ver el mundo con unos nuevos ojos o al menos, estaría preparado para seguir.

Me dejó de piedra, me habían dado otra lección. Hoy aprendí algo mas, otro ladrillo en mi pilar, en quererme, en avanzar como persona.

Fui como fui, soy como soy y seré como seré, pero no me arrepiento de nada ni debería de hacerlo, porque son decisiones que tomé. Igual que no me arrepentiré nunca de amar ni querer ni darlo todo por alguien. Si me pongo una pega es no haber formado mi pilar, o mas bien, haberlo derruido por circunstancias, haberme creado una mochila y cargar con ella. Pero ese era el yo del pasado. Ahora, estoy orgulloso de avanzar, de mirar con otras expectativas la vida. De seguir amándola, pero sobre todo, de amarme a mí más día tras día.

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