viernes, junio 29, 2012

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Tengo el alma hecha trizas cual mezquita es esta guerra, el corazón dicta que siga la mente siempre me frena. Mirando en la ventana se que nada va a llegarme, debo mirar al frente, inspirarme...
Yo no quiero ningún hombro oigo voces que me gritan, las lágrimas se tiran de mis ojos como suicidas. Sé que harías lo posible por llorar, sé que duele recordar que no te debo recordar va...
Así cuento las noches con derroche, con enfoque, tú estabas de fiesta yo en un mar de sin razones. Juré bajo mi ser que no iba a recaer, hoy me encierro entre paredes pá poderme proteger...
Lo mismo de siempre, ella sigue con su vida, seguramente esté con él y yo abrazado a la bebida. Son heridas, más heridas, cicatrices que no cierran, evito ser yo mismo refugiarme como pueda.
Que difícil se me hace explicar esto que siento, que difícil se me hace enfriar todo este infierno...
Pido mucho y a veces tartamudeo, me tapo con las sábanas con sabor a tu recuerdo. Puedes llamarme tonto, sé que no valgo que lo pases muy bien esta noche yo no salgo...

martes, febrero 07, 2012

Yo estuve aquí

La primera vez que vi esta frase fue en la portada de un disco de Eric Clapton ("E.C. was here", 1975). Por entonces ya me llamó la atención aunque no le presté demasiada importancia. Más adelante volví a encontrarme con la misma frase en la película “Shawshank Redemption” ("Cadena perpetua",1994). En ella, uno de los personajes decide ahorcarse porque después de haber vivido toda su vida en la cárcel, cuando es liberado por ser anciano, no encuentra su sitio en el mundo. Antes de suicidarse graba en un marco de la habitación "I was here". Para esta segunda vez creo que ya tenía más claras las ideas sobre este tema y caí antes en la cuenta de la importancia que tenía.

En la historia de la humanidad siempre ha habido constantes esfuerzos por trascender. La religión, la filosofía, los hijos,... en definitiva todo supone un esfuerzo por no morir. Creo que la muerte ataca tanto nuestro impulso de vivir que, incluso a sabiendas de que no nos queda otro destino, buscamos encontrar otra forma de no desaparecer. Sin embargo todo parece poder cuestionarse o se muestra como incierto. Por tomar los ejemplos anteriores, la religión termina siendo una cuestión de fe, los sistemas filosóficos (siguiendo a Schopenhauer) no acaban de terminar de explicar lo que parece inexplicable, y los hijos... pues de los hijos, en el mejor de los casos, sólo queda la mitad de nuestro código genético y algunas asimilaciones que hayan podido hacer de lo que nosotros somos. Además, una vez que miramos a la siguiente generación (los nietos) la proporción disminuye hasta hacerse, conforme aparecen las nuevas generaciones, progresivamente insignificante.

¿Qué nos queda entonces para vencer a la muerte?, ¿nada? Siguiendo con las películas como referente, en "Spartacus" (“Espartaco”, 1960), cuando el protagonista arenga a los esclavos para que luchen contra los romanos, aduce como razón que a un esclavo no le importa morir porque cuando se ha nacido como esclavo ya se es para toda la vida (incluso aunque se consiga la libertad). Según él por este motivo el esclavo no le teme a la muerte como el romano, sino que en realidad la muerte supone una liberación para su existencia como esclavo.


Y ahora es cuando querría retomar la frase que da título a esta entrada intentando unirla con lo que he expuesto después. Lo único que parece cierto es la muerte, del resto nada se sabe con absoluta certeza. Y, si bien parece que nos espera la nada, antes de desaparecer nos puede quedar el consuelo de que en nuestras vidas, entre inmensos océanos de fracasos que nos mantienen sometidos a modo de "esclavos", relucen algunas pequeñas islas que fueron algunas verdades liberadoras entre tantos absurdos y mentiras. Una música, una pintura, un amor, unas palabras,... Pequeños instantes que desaparecerán pero que una vez fueron algo. Después de todo algunas veces tenemos la suerte de poder decir: "Yo estuve aquí.", "Yo fui aquí."